Obsesión por los límites

2012. Rosario 12. Beatriz Vignoli.

“Energía”. La misteriosa palabra fue repetida varias veces por el artista holandés Rob Verf durante el panel con que se inauguró, el viernes pasado, su exposición individual de pinturas, esculturas, objetos, fotos intervenidas y video en el ala izquierda de la planta baja del Museo Municipal de Bellas Artes “Juan B. Castagnino” (Boulevard Oroño y Avenida Pellegrini) que se puede visitar hasta el 15 de octubre. Allí dialogó sobre su obra con María Elena Lucero, María José Herrera y Andrea Giunta. Se habló de Gyula Kosice, de pintura flamenca y del 19 de diciembre de 2001. Lucero dirige la carrera de Bellas Artes de la UNR y es la curadora de la muestra; Giunta es historiadora del arte latinoamericano y pareja de Verf, a quien conoció a comienzos de este siglo en una Buenos Aires bohemia a punto de estallar. Se presentó junto con la muestra el libro ilustrado que a los textos curatoriales suma una autobiografía bilingüe (inglés y castellano), que reorganiza el diario del artista en un relato de sus experiencias y conceptos. Se titula El momento y lo editó en Buenos Aires elaleph.com en julio de este año. Sus 208 páginas de amena lectura no agotan todo lo que podría decirse sobre esta obra, la cual a su vez habla de cómo vivimos hoy: aislados en nuestras mónadas, ante pantallas conectadas a través del vacío, en un mundo relacional donde nada es sin aquello que no es.

Rob Verf vive desde el 2000 en Buenos Aires, donde lo representa la galería Braga Menéndez. Nació en 1964 en Amersfoort. Vivió una niñez signada por la televisión (en particular, la serie animada Los supersónicos) y por el descubrimiento de la maqueta de la estructura del átomo en una exposición científica que visitó en un viaje a Bruselas. Dio estas dos referencias en un brevísimo diálogo con esta cronista. En su libro narra además su precoz iniciación a la pornografía hardcore en una escena de púberes espiando por detrás la pantalla de un cine que parece una versión perversa de Cinema paradiso: se la podría denominar Cinema inferno por su pintura El infierno (2001), homenaje siglo XXI al retablo homónimo de El Bosco.

Desde que egresó de la Academia de Artes Visuales de Utrecht en 1991, este pintor flaco, alto y rubión formado en el neoexpresionismo estuvo en el lugar indicado en el momento justo. En Rotterdam vivió la pujante escena artística de los 90 y en la siguiente década sintió revivir esa energía en el Río de la Plata, junto a creadores como el polémico León Ferrari. En la Universidad de Texas en Austin (Estados Unidos), donde enseña en algunas épocas del año desde 2008, Verf descubrió las posibilidades del microscopio y reencontró conexiones poéticas entre arte y ciencia. Una amiga que había leído Histoire d’O lo inspiró a fundar su propia versión del retrato sexual, más cercana a los juguetes Kinder o a los autómatas de la “pittura metafisica” que a lo que suele entenderse por erotismo. Un proyecto en colaboración con Fred Bontje en 1996 lo llevó de Rotterdam a Vladivostok (Rusia) por las vías del tren, juntando basura convertida luego en fósiles en un ámbar de resina; también lo llevó de la pintura a la escultura, donde viene logrando obras de rara y fría belleza.

“Un cuadro de Vermeer es como una estructura atómica”, escribe en su libro. Los espacios vacíos de las ciudades, el vacío entre las partículas del átomo, aquello que no es para que otro sea: todo eso produce una inefable emoción mística en Verf, quien busca expresarla en su obra. Como pintor y escultor, lo obsesiona mostrar los límites de lo visible, límites de todo tipo: morales, perceptuales, los bordes del campo visual en todo sentido. Su concepción del espacio pictórico como alegoría espiritual, donde cada elemento de la composición apuntala el mensaje unificado de la obra, lo llevó a trabajar como un poeta y también con un poeta: Roberto Tejada (Los Angeles, 1964), con quien realizó Full Foreground (2010), el video que puede contemplarse en la muestra. Con una pecera, azar, agua, burbujas de un material flotante y palabras monosilábicas que tienen dobles y triples sentidos, ambos logran decir lo indecible, sobre todo en el hipnótico final. Más interesantes aún que sus minuciosas y austeras pinturas son estos experimentos de Verf, en especial sus cajas de “luz de luna capturada” y una estructura “atómica” antropomórfica reciente que (como Narciso ante su estanque) se mira al espejo hasta el infinito.

https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/12-35004-2012-08-07.html