Las ciudades no son únicamente espacios de aglomeración humana. Son, asimismo, unidades económicas y productivas, en las que se consumen recursos y se generan grandes cantidades de deshechos. En los últimos años, éstos han comenzado a percibirse de una manera diferente: no ya como los efectos secundarios de la actividad urbana sino como verdaderos productos de las metrópolis. En ellos se manifiestan formas de vida, marcas de estatus, cualidades sociales, rasgos de identidad.
Hay una vanitas que se expresa en los residuos que día a día produce toda ciudad. Y Rob Verf posa su mirada sobre esta naturaleza que agoniza transitoriamente en las calles, ante la indiferencia de sus productores. Para esto, recurre a un tipo de imagen científica que alude a la exploración profunda de la realidad, aunque en su poética visual pareciera orientarse más bien a desnudar un alma secreta de las cosas. Hay una reflexión sobre la sociedad consumista en la que vivimos, pero igualmente, una suerte de mirada amorosa hacia esos objetos que nos pertenecieron y esperan silenciosamente el momento de su desaparición. Hay, además, una meditación sobre la representación y la pintura, sobre su perspectiva social, sobre lo visible y lo invisible, sobre la mirada del artista en la contemporaneidad.
El punto de partida es complejo. Involucra la confluencia de, por lo menos, tres configuraciones visuales distintas: por un lado, la imaginación proyectiva que da vida a las cajas, las bolsas y los varios residuos dispersos, a partir de la observación cotidiana (Verf no utiliza registros gráficos o fotográficos como fuente de inspiración; esto se pone de manifiesto en ciertas perspectivas incongruentes que en general no se perciben a primera vista); por otro, el ordenamiento de esos objetos para conformar conjuntos que remiten iconográficamente a las naturalezas muertas (en las cuales, los elementos que las integran poseen resonancias simbólicas y semánticas que se proyectan más allá de sus apariencias); por último, el tratamiento plástico basado en las imágenes térmicas de los escaneos tecnológicos con los cuales se ausculta algún tipo de cuerpo o realidad (física, orgánica, geológica, etc.), que, además de remitir a un código extrapictórico, pone en juego una interesante tensión entre pintura, dibujo y fotografía.
El eje de toda la serie toma a la basura como producto social y significante de un tipo de organización humana y un tiempo histórico precisos. Posa su mirada en los residuos que se apiñan en las calles y las esquinas, orienta el foco de atención hacia aquello que preferimos no ver, pero no lo hace con el objeto de mostrar una decadencia de la humanidad, o a la manera de una denuncia pública, sino más bien, para constatar un estado de la sociedad contemporánea que requiere de conciencia y responsabilidad. Una responsabilidad que no sólo atañe al habitante de las metrópolis, sino también al artista, en tanto observador del mundo que lo rodea.
Verf decide retratar este estado del paisaje urbano a través de una visión tecnológica sofisticada. Una visión que torna a los objetos transparentes, que los desliga de su apariencia usualmente desagradable, que los convierte en el foco de una mirada analítica. Esta operación persigue, sin embargo, una finalidad poética, que se pone en evidencia, por ejemplo, en las cotas de escala sin referencias numéricas que aparecen en los márgenes de las pinturas, y que no permiten dimensionar los objetos representados. Así, las pinturas no describen una realidad, sino que la potencian mediante los recursos legítimos de la producción estética.
El trabajo en tonalidades de grises renuncia voluntariamente al naturalismo pictórico para apropiarse de la mirada fotográfica que está en la base de los acercamientos tecnológicos al mundo físico. La opción elegida por el artista – la imagen térmica – incorpora, además, una alusión a la energía contenida en los objetos que multiplica las proyecciones semánticas de su obra. Por otra parte, mediante esta opción, Verf tensiona las cualidades del medio que utiliza, mientras reflexiona sobre una de las modalidades de representación propias de nuestro tiempo.
Así, estas imágenes fantasmagóricas, estos espectros urbanos, nos interpelan a diferentes niveles, invitándonos a reconsiderar la banalidad de sus referentes. Y es que la basura que producimos a diario no deja de ser uno de los espejos en los que se refleja nuestra sociedad. Al dirigir su atención hacia ella, al indagar en los márgenes citadinos, Rob Verf trae a la superficie un conflicto lateral pero latente, esa tensión subrepticia que en la vanitas roza el presentimiento de lo existencial.
* Publicado en el catálogo de la exposición Resonancia Magnética, Gachi Prieto Gallery, julio de 2015