Basura y objetos de descarte, una mirada sobre las urbes modernas en el Bellas Artes, TELAM, Dolores Pruneda Paz, 16-09-2022
“Vanitas”, la muestra del holandés Rob Verf, reflexiona sobre las consecuencias del consumismo y de qué manera perjudicamos el ambiente con acciones cotidianas.
“La basura, lo que queda, es una indicación, un pensamiento sobre las consecuencias del consumismo, una reflexión sobre los aspectos negativos de la presencia humana en el mundo, destructora del ambiente, que no va a terminar con el mundo sino con la presencia humana”, dice a Télam Rob Verf, autor de la muestra “Vanitas” que por estos días se exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes con curaduría de Marta Penhos. Las obras de Verf -12 pinturas, un video y una instalación hecha con 53 fotos con referencias a artistas como Pieter de Hooch, Rembrandt, Pieter Claesz y Johannes Vermeer- dialogan con 11 pinturas clave del acervo del Bellas Artes vinculadas a la fugacidad, como “Composición con reloj”, de Diego Rivera; “Duraznos y cerezas”, de Pierre-Auguste Renoir; y “Sombra en la ventana”, de Emilio Pettoruti, o naturalezas muertas de Georges Braque o Lía Correa Morales. En forma semejante a lo que sucede en los cuadros holandeses, los objetos que forman las estructuras de Verf “expresan a las personas, individual y colectivamente, muestran el paso del uso y el disfrute al descarte y el abandono”, explica Penhos sobre la obra que, montada en el segundo piso del Bellas Artes, podrá visitarse hasta el 9 de octubre en avenida del Libertador 1473, ciudad de Buenos Aires, con entrada gratuita.
¿Cuál sería la vanitas contemporánea por excelencia? “Cráneos y esqueletos no han desaparecido -indica Verf-. Picasso, Warhol, Hirst los incluyen en sus obras, incluso en mi trabajo están presentes, dos obras en la exposición los incluyen. Pero la forma de representar el tema cambió y se introducen nuevas formas: en mi pintura es la basura la que ocupa ese lugar simbólico, la que representa esa idea de final desde el consumismo”.
La vanitas es un género artístico que resalta la vacuidad de la vida y la relevancia de la muerte como fin de los placeres mundanos y es además un subgénero del bodegón y de la naturaleza muerta de alto valor simbólico alegórico. “Vanitas significa que todo tiene un fin, que a la vida, a los placeres mundanos, sigue inexorablemente la muerte”, resume Verf sobre una cuestión que es parte de su obra casi desde el principio, mucho antes de que se instalara en Argentina, llegado desde los Países Bajos, hace ya 22 años.
Verf trabaja la frontera entre la utilidad y el desecho y actualiza la tradición de la vanitas con una reflexión sobre lo efímero, el inexorable paso del tiempo y la muerte, investiga la basura que encuentra en calles de distintas ciudades porque, asegura, “los residuos del consumo representan a la sociedad que los produce, en conjunto muestran la evanescencia de los placeres mundanos, que destaca el motivo de la vanitas, íntimamente ligado a la pintura del país de donde vengo, y en Argentina, el tema se ha vuelto más rico y complejo”.
Pero de qué habla la basura, “cuando veo una pila de basura puedo leerla como una instalación, como el material de una escultura -dice Verf-. Cada país, cada ciudad, cada barrio tiene diferentes personas que usan diferentes materiales porque consumen cosas diferentes, el modo en el que la basura es dispuesta depende de cada cultura”.
En Rotterdam, grafica, “las personas concentran la basura en sus casas y la sacan junta una o dos veces por semana”, en Argentina hay containers en la calle donde la tiran a diario: esto señala expresividades distintas de la basura” y “todo está en esta exposición, con basura que no copio de la realidad sino que construyo, como la composición de una pintura”.
“Para mi la basura no tiene el sentido de suciedad, tiene un valor escultural. En su totalidad refiere a un problema actual, pero comienza por la observación de ese sentido escultural que encuentro en la basura de cualquier lugar por el que camine”, define.
En Buenos Aires, por ejemplo, “los cartoneros colectan la basura en la calle -señala Verf-, producen una estructura continuamente transformada por el contacto humano que, en un sentido, es una basura más expresiva y menos estructurada: lo que era una pila en la calle se clasifica y reordena para venderla, me interesan esas construcciones que se desplazan por la ciudad”.
El interés de Verf (Holanda, 1964) de trabajar con la basura y sublimarla empezó con un proyecto que hizo en Rotterdam, ciudad donde vivió de muy joven, a fines de los años 90, en paralelo a la icónica feria Manifesta I que por entonces, 1996, era un inédito festival de arte emergente que prometía al público diversión y desconcierto.
“No encontrarás pinturas ni esculturas monumentales, no verás una presentación tradicional, no será una forma de arte involucrada sólo consigo misma. Familiarícese con los numerosos museos interesantes y el trabajo de numerosos artistas desafiantes y aún relativamente desconocidos de toda Europa”, prometía en su presentación.
En aquellos días, Verf estaba trabajando junto a un amigo ruso el tema de la distancia y lo hacían a partir de residuos recolectados en la ciudad de Vladivostok, que recubrían con resina epoxi y exponían en la estación de trenes de Rotterdam, Países Bajos: “eran estructuras como fósiles que proponían un viaje mental, la idea de que la basura puede expresar o relatar a la sociedad estuvo desde entonces en una parte de mi trabajo”, asegura.
Su deriva continuó por Buenos Aires, adonde llegó poco antes de la crisis socioeconómica de diciembre de 2001, el año en que Argentina contó cinco presidentes en 10 días. “Me encontré con un mundo artístico extraordinariamente dinámico, el arte se vinculaba a un tiempo de ebullición, no es que ilustraran el momento, sino que la energía, el dinamismo, daba cuenta de lo que se vivía”, cuenta.
“Eso me produjo un sentimiento nostálgico de momentos históricos, como el de la vanguardia en Montmartre a comienzos del siglo anterior. Un tanto salvaje o indisciplinado, y como estaba en un programa de intercambio de artistas, inmediatamente me introduje en el medio artístico, hice muchos amigos y me fui quedando… tuve un estudio en Barracas, después en el centro, después en Constitución, expuse en muchos lugares, desde Bahía Blanca, al Centro Cultural Recoleta, el Borges, la galería Luisa Pedroso, Florencia Braga Menéndez, el museo Castagnino de Rosario. Me sentí inmediatamente parte de esta comunidad”, repasa.
Verf estudió en una escuela técnica superespecializada de pintura, donde le enseñaban a pintar desde puertas hasta autos, tipografías o carteles publicitarios, una de las únicas tres que existían en Holanda. Después fue a la Escuela de Arte de Utrecht y de ahí a Rotterdam, “una ciudad súper dinámica y nueva, no olvidemos que fue destruida por los bombardeos de la Segunda Guerra y que desde ese momento está siempre en construcción -rememora-. Ahí era artista de la galería MK, todo iba súper bien pero sentí la necesidad de explorar y expandirme en muchos sentidos. Así llegué a Buenos Aires”.
Esa rueda que tanto tiempo atrás empezó a girar continúa ahora en el Bellas Artes, amasando, apisonando la idea de que “si bien el arte no cambia el mundo, puede proporcionar un espejo del momento en el que fue hecho, para sacar conclusiones” y de que “un artista es una persona que expresa un mundo y las cosas que lo ocupan sin limitación de ningún tipo, alguien que busca transmitir la verdad, algo en lo que cree” y que “esa honestidad involucra completa libertad”.